miércoles, 30 de noviembre de 2016
Nuestra Señora del Castillo
La iglesia de Nuestra Señora del Castillo en Calatañazor (Soria) es una iglesia de origen románico (s.XII) aunque solo se conserva de esa época la portada occidental que se ve en la foto, que tiene la originalidad de que el marco de la puerta está enmarcado en un alfiz rectangular (y encima una arquería ciega de tres arcos), lo que le da un toque árabe al monumento. Un gran óculo para que entre la luz al templo completa el conjunto. En lo alto del muro sobresale un cuadrúpedo, podría ser un león, que era un tipo de escultura muy habitual para sostener sepulcros. El impacto visual de la construcción de siglos posteriores en la pared no tiene que despistar para disfrutar de su puerta con tres arquivoltas levemente apuntadas y decorada la del centro. La capilla mayor es del s.XVI y la nave y el coro fueron construídos en el XVIII. Dentro hay una pila bautismal románica y un cristo gótico. Llama la atención de la iglesia la puerta de madera con placas de hierro y herrajes que le dan un toque rústico.
Calatañazor tuvo once parroquias románicas, de las cuales ahora solo perduran tres ejemplos: la que comentamos y las ermitas de la Soledad y San Juan (en ruinas). En estas tierras transcurrió la leyenda de Almanzor, en el año 1002, que fue cuando "perdió el tambor". Todavía está en pie el Castillo del Azor (Qalat al-Nasur), mudo testigo de la derrota del caudillo árabe.
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Las once parroquias con las que contaba Calatañazor en la Edad Media indica claramente de la importancia de la villa en aquella época. Sólo hay que pensar que en torno a ellas se asentaban los habitantes de la población, en un sistema de organización basado en la Iglesia, aunque sin dejar de lado la presencia del señor feudal y la defensa a través de sus caballeros y su castillo.
ResponderEliminarUn saludo
Es una pena que habiendo tenido tanta riqueza arquitectónica apenas quede nada. Apenas recordaba la leyenda así que, gracias a ti, he vuelto a buscar donde leerla.
ResponderEliminarSaludos
Soria no se acaba nunca. Y no es una expresión de artazgo sino de admiración por la riqueza de su patrimonio.
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