A Javier Cercas le proponen escribir un libro sobre el viaje del Papa a Mongolia (un país donde solo hay mil quinientos católicos) y él solo pide una cosa: hablar a solas un momento con Francisco y poder hacerle una pregunta. "Quiero saber si es verdad que, después de muerta, mi madre va a ver a mi padre. Quiero preguntarle por la resurrección de la carne y la vida eterna. Y quiero llevarle a mi madre su respuesta".
Un escritor al que se le abren las puertas del Vaticano para hablar y preguntar lo que quiera es una tentación irresistible. Habla con Antonio Spadaro, director de la revista La Civiltà Cattolica (el discernimiento es encontrar la voluntad de Dios en uno mismo y en la realidad). Con el Cardenal Tolentino, responsable de Cultura y Educación (hay que poner al pobre en el centro, lo importante es la Iglesia, no el Papa). Con Paolo Ruffini, responsable de Comunicación (la Iglesia es una comunión de fieles donde todos estamos al servicio de todos). Con Sor Nathalie, subsecretaria del Sínodo de los Obispos (es tiempo de escucha, hay que mezclar diálogo y plegaria). Con el Padre Ernesto, misionero en Ulán Bator (su centro El Sol que Sale acoge a niños y adolescentes pobres).
El libro es un retrato de Francisco y de Bergoglio, el ser humano pecador que pide que recen por él después de cada discurso porque reconoce que es alguien imperfecto que ha cometido algunos errores en su vida.