Cangrejero y Mahou juntos desde 1937, dice un cartel en el interior de este entrañable bar de la calle Amaniel, 25. En aquellos tiempos debió de ser un sencillo despacho de aperitivos en el que se vendían cangrejos, camarones y gambas en cucuruchos de papel de estraza, estrategia comercial muy bien pensada porque al lado estaba la fábrica de cerveza Mahou. El 13 de mayo de 1965, una vez que la fábrica de cerveza se hubo trasladado al Paseo Imperial, se funda un bar con todas las de la ley: barra de aluminio, agua de Seltz, banderillas, cañas y sol y sombra. Tienen marisco del bueno ( percebes, cigalas, nécoras) y latas de conservas de calidad (sardinas, zamburiñas, mejillones, anchoas, berberechos). Un trozo de azulejo verde enmarcado recuerda el significado que la antigua Mahou tuvo para el local, decorado con una extensa colección de jarras de cerveza que llena sus estanterías.
Sin embargo, el principal motivo por el que hay que ir al Cangrejero es la deliciosa ración de boquerones en vinagre que sirven: todo un placer para los sentidos que no hay que perderse por nada del mundo.
Ha quedado como una rareza en medio de tanto local hipster como han abierto en la zona. Me trae muy buenos recuerdos.
ResponderEliminarMenos mal que hay quién se acuerda de los boquerones en vinagre, que estaban buenísimos acompañados de un barro.
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