sábado, 5 de julio de 2014
Oporto
El Duero de los Álamos Dorados sorianos termina su viaje entre la ciudad de Oporto y las bodegas de vino de enfrente, Vila Nova de Gaia, desde donde está tomada la foto. Ya no es un río alegre y despreocupado que pasea sereno por la meseta castellana y que riega las viñas de San Esteban de Gormaz. Ahora estamos hablando de un río navegable en barcos de cruceros y que sigue refrescando la tierra para producir el mundialmente famoso vino dulce para deleite de las mesas más sofisticadas. Oporto es una ciudad fascinante: iglesias, museos, librerías, tiendas, cafés, restaurantes, mercadillos y plazoletas que llenan la agenda del paseo diario. Y, vayas donde vayas, siempre acabas en la Ribeira, en la necesidad inmediata de asomarte al río. De cruzar el puente de Luis I y mirar la ciudad desde enfrente, como en un gran cuadro bien enmarcado. A nada que se te dispare la imaginación, en Oporto hay muchas cosas que hacer: pasear por la calle Santa Caterina y detenerte ante la deliciosa capilla de las Almas, forrada de azulejos; subir y bajar las escaleras de madera de la librería Lello e Irmao; pedirte una francesinha en el café Majestic; pasear por los jardines de la Fundación Serralves o buscar un hueco personal entre la arquitectura cuadrada de la Casa de Música.
El Norte de Portugal guarda más sorpresas: Braganza, Viana do Castelo, Braga o Vila Real nos abrieron las puertas de rincones inolvidables, donde se estaba muy a gusto tomando una copa de vino y escuchando el sonido de una agradable música lejana.
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