Antes de ser una localidad de unos 720 habitantes, Langa de Duero (al oeste de la provincia de Soria, ya casi en Burgos) fue la Segontia Lanca de los celtíberos ya que, a un kilómetro, se han encontrado restos de murallas. La torre del Castillo, del siglo XIV-XV vigila la zona que fue frontera entre cristianos y musulmanes, perfecto punto de control de movimientos. De hecho es hoy un Centro de Interpretación de las Atalayas, donde en sus tres plantas te explican lo que ocurrió por allí a lo largo de la historia. Como que allí estuvo preso Enrique Enríquez, por orden de D. Álvaro de Luna en el siglo XV. Hay un puente medieval de 12 arcos que atraviesa el Duero y una iglesia tardogótica (siglo XVI-XVIII) dedicada a San Miguel Arcángel con un fantástico retablo, obra de Juan Zábalo. Como buena zona vinícola, tienen lagares. Nos enseñaron la Casa Lagar y el Lagar de los Palinches, además de El Bodegón. Son lugares donde hoy día se sigue celebrando la fraternidad de la fiesta de la vendimia y que permite conocer y transmitir la cultura del vino.
En el restaurante Ribera de Langa tenían un menú de 15 euros consistente en, por ejemplo, calabacín relleno, pollo escabechado, natillas, vino y café. Su calle Real conserva soportales con columnas de madera. Compramos el libro Me lo contaron las piedras, de Francisco Javier Barrio Alonso. Para saber más cosas.