El eremita Millán muere en el año 574 y es enterrado en Suso (arriba). La cueva se convierte en ermita, luego iglesia y después de que se publicara su vida y se considerara uno de los primeros santos, el sitio se convertiría en lugar de peregrinaje. Pero el rey D. García ordena el traslado de los restos del santo a Nájera, donde había un monasterio muy grande y más apropiado para la veneración, y se da la circunstancia de que quienes portaban la arqueta se quedaron clavados justo en el valle y eso se interpretó como que san Millán no quería salir de allí y el rey mandó construir un monasterio en Yuso (abajo).
El Monasterio de Yuso es originario del s.XI, aunque el edificio que vemos se levanta durante los siglos XVI y XVII. Tiene una portada barroca, un Salón de los Reyes, códices con las primeras palabras del castellano (en el s.X un copista anónimo escribe en los márgenes del Códice Emilianense), un claustro renacentista, un retablo mayor de Juan de Rizzi, una bella rejería de Sebastián de Medina, una sacristía con frescos en el techo del s.XVIII y un museo en el que se observan las arquetas de marfil románico que originariamente contuvieron los restos de san Millán y san Felices (su maestro).
En la Hospedería del Monasterio puedes pedir un menú de 14 euros que, según elección, consta de menestra de verduras con lascas de jamón, corderito guisado al chilindrón con pimiento choricero, arroz con leche y copa de vino de la zona.
El Monasterio de Suso está en lo alto de una montaña y tiene arcadas mozárabes. Fue aquí donde desarrollaron su labor los escritores emilianenses que produjeron valiosos códices y donde Gonzalo de Berceo escribió en el s.XIII los primeros poemas en lengua castellana. En el atrio están las tumbas de los siete infantes de Lara y de su tutor Nuño, y desde aquí se observa perfectamente el otro monasterio.
A veces tengo la tremenda sensación de que la historia de España ha sido escrita a golpe de santidad, y claro así nos ha ido y así nos va, así que mejor pasar a la hostería y alimentar la carne......ateo que es uno, jajajajaja
ResponderEliminarEstoy plenamente de acuerdo con Javier, pero gracias a los sentimientos religiosos podemos disfrutar de monumentos, ermitas, iglesias y catedrales. Muchas recetas culinarias proceden de antiguos monasterios.
ResponderEliminarPor cierto, a parte de las primeras palabras en castellano, se mezclan con las primeras palabras escritas del euskera. También quiero hacer constar (ya empezamos, jeje) que se ha comprobado que los primeros textos del cartulario de Valpuesta se llevan la palma en cuestión de antigüedad con respecto a las primeras palabras escritas en castellano.
http://www.valpuesta.com/origen-del-castellano-%C2%BFlos-cartularios-de-valpuesta-o-las-glosas-emilianenses/
Saludos, y buen provecho.
Siempre quise llamarme Nuño, aunque tal y como están los ánimos no se si un nombre tan castellano sería hoy muy recomendable.
ResponderEliminarEste es uno de esos sitios que no me moriré sin conocer. Por Berceo, por el cordero al chilindrón, los códices y hasta por los 7 infantes de Lara.