Construído en el s.XII por Suryavarman II es un templo precedido de un gran patio (al que guardan dos hermosos leones) y en cuyo interior, de planta cuadrangular, destacan sus dos bibliotecas y un santuario central en el que un monje te bendice con un cántico y te coloca una pulsera de lana de color naranja mientras te rocía con agua bendita, en un entorno de espiritualidad que presiden las paredes decoradas de sus enormes muros. Está un poco más alejado que los demás y, al no tener demasiadas visitas, nos pareció un escenario más íntimo y misterioso. Nos dijeron que era conocido como la Ciudadela del Garrulo (en en el sentido de hombre paleto y campechano, hay una leyenda que dice que un agricultor mató al aspirante al rey) y, visitado el último, se convirtió pronto en uno de nuestros favoritos.
Banteay Samré está rodeado de un doble muro, tiene galería porticada y cuatro pabellones en cada una de sus cuatro puertas. Hay mucha decoración de escenas del Ramayana, la epopeya hindú.
Santificados y purificados, todavía recordamos ese santuario que se elevaba como una flor de loto rodeado de sus cuatro puertas bellamente adornadas.
Me alegra saber que todavía estoy a tiempo de ser santo y puro.
ResponderEliminar