Con una población cercana a los 160.000 habitantes, Pécs tiene una mezquita otomana construída en 1571 (ahora iglesia cristiana) y un mihrab de 28 metros de altura. Además allí están una serie de iglesias paleocristianas que cuentan con unos enterramientos del año 390 a.C. y que son un grupo de capillas subterráneas con decoraciones en las paredes. En Pécs está la cerámica Zsolnay, que se caracteriza por su color verdoso metalizado, y un museo dedicado a estas piezas. Aunque hay una que tiene vida propia: una fuente con cuatro cabezas de toro en plena calle construída en 1953. En lo que antes fue una iglesia románica, sustituída luego por una barroca (destruída por los mogoles) y luego una gótica, admiramos ahora una obra de 1891 con cuatro torres en las esquinas: es la catedral de San Pedro. También hay una sinagoga de 1860 y un restaurante que se llama Aranykacsa donde te sirven un estupendo plato de pechuga de pato con verduras. El día que llegamos a Pécs había una animada feria de vinos y nos tomamos uno rosado delicioso que venía de Villánykövesd, muy cerca de allí. También hay una muralla que rodea la ciudad y hoteles art decó. Hay palacetes neorrenacentistas y un ayuntamiento de 1710 pintado de amarillo. En Pécs probamos los toltott páprika, que son unos pimientos rellenos de carne que estan buenísimos.
Uno de los recuerdos más curiosos que nos trajimos de Pécs fue cuando dando una vuelta por las calles que tienen las casas pegadas a la muralla, un vecino nos invitó a entrar a la suya y meternos en una especie de bodega subterránea que tenía en el patio (¡de la época de los turcos!). Ese gesto tan simple nos definió lo que era la hospitalidad de los húngaros.
Así como así, van y te invitan, aún hay esperanzas, no todo está perdido.
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