viernes, 15 de agosto de 2014
Amarante
A principios del s.XIII el dominico Gonzalo después de viajar por Roma y Tierra Santa, se establece en un convento a las orillas del Támega después de echar a su sobrino con el que no se llevaba bien. Dedica su vida a la oración y a los pobres y en 1540 el rey Juan III funda el espectacular monasterio de San Gonzalo, con dos fachadas renacentistas y una barroca, y con las esculturas de los reyes de Portugal a modo de escaparate. Un claustro y la capillita donde está enterrado el santo completan la visita. El puente que cruza el río también lleva el nombre de San Gonzalo (símbolo de resistencia del general Silveira a las tropas napoleónicas en 1809)). Al lado, el Museo Municipal Amadeo de Souza-Cardoso (pintor precursor de las vanguardias del s.XX, desafortunadamente fallecido a los 30 años), completa un conjunto muy agradable de recorrer, ya que son las propias dependencias del monasterio, incluído el segundo claustro.
En Quelha puedes pedirte un bife de ternera, un dulce de calabaza y un vino verde por 10 euros. La iglesia de San Domingos (barroca del s.XVIII con decoración de tallas doradas) y el Solar de Magalhâes (palacio señoral del s.XVI destruído por los dichosos franceses y conservado como tal) completan el paseo por esta encantadora ciudad, de la que no puedes marcharte sin entrar a la Confitería Do Ponte y pedir lérias y foguetes y los dulces en forma de pene que, para no alterar las conciencias, están dedicados al famoso san Gonzalo.
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Si mucha es la ignorancia sobre Portugal, no hablemos de sus manifestaciones artísticas.
ResponderEliminarQue razón tiene Javier: no sabía yo del pene de San Gonzalo.
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