Nuestra ruta por el norte de Portugal en forma de C, entrando por Zamora y saliendo por Salamanca, nos deparó la primera sorpresa nada más pararnos: la fascinante ciudad de Braganza. Tiene Castillo (torre del homenaje de 33 metros de altura) con ciudadela (casas y calles conservando un aspecto medieval impecable), con un Domus Municipalis (edificio románico mitad cisterna y mitad sala de reuniones) y con una iglesia, llamada de Santa María, que tiene un delicioso techo pintado representando escenas de la Asunción de la Virgen. Braganza cuenta con la iglesia de San Vicente (la leyenda dice que fue donde se casaron en secreto el rey Pedro I y la noble Inés de Castro, pronto mandada asesinar) y con la iglesia de La Sé, antiguo convento de jesuítas (a la derecha de la foto).
Pero si algo llama la atención en Braganza es la cantidad de museos que tiene: 7 llegamos a visitar. El de Máscaras y Trajes, el Militar, el de Arte Contemporáneo Graça Morais, el Centro Ciencia Viva, la Casa de la Seda, el Abade de Baçal y el Centro de Fotografía Georges Dussaud (francés que inmortalizó la zona de Trás-os-Montes en maravillosas instantáneas). Para comer, desde luego el Solar Bragançano, que resulta ser una casa con habitaciones y jardín donde por 19 euros te sirven, por ejemplo, un caldo verde, una ternera a la mirandesa, un pudin del Abade de Baçal (sacerdote, arqueólogo e historiador local) y una estupenda botella de vino verde.
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