lunes, 30 de mayo de 2011

El asesino de Becket





Enrique II de Inglaterra (1133-1189) fue el primer rey de la dinastía de Plantagenet. A lo largo de su reinado reforzó la jurisdicción real en detrimento de los tribunales feudales y eclesiásticos, es decir: le quitó poder a la Iglesia. Con las nuevas leyes a un clérigo se le podía juzgar en una corte secular y, claro, eso a los curas no les hacía mucha gracia.


Tomás Becket (1118-1170) fue canciller de Inglaterra con Enrique II y arzobispo de Canterbury (dice que pasó de seguidor de sabuesos a pastor de almas). Como no estaba de acuerdo con los cambios legales se exilió a Francia, pero en un momento dado volvió. Al rey no se le ocurrió otra cosa que proclamar a los cuatro vientos algo así como "¿Pero es que nadie va a librarme de este cura metomentodo?". Dicho y hecho: cuatro caballeros fieles al rey tomaron las palabras de su señor al pie de la letra y le asesinaron en la catedral de Canterbury el 29 de Diciembre de 1170.


Enrique II se había casado con Leonor de Aquitania y una de sus hijas, Leonor de Plantagenet, se vino a Castilla a casarse con Alfonso VIII. Como dote de boda le dio un montón de pueblos y villas, entre ellas la ciudad de Soria y en la iglesia de San Nicolás mandó pintar un fresco con la historia de Becket (episodio histórico que conmovió al cristianismo).


La iglesia de San Nicolás está en ruinas desde el siglo XIX, pero en 1977 y mientras se hacían unos mínimos trabajos de limpieza, detrás de un muro se descubrieron estas sencillas pero intensas pinturas que recuerdan una historia olvidada pero intuída: la estrecha relación entre el poder religioso y las manifestaciones artísticas en la España del siglo XII.


Afortunadamente hoy día las ruinas de San Nicolás han sido restauradas y lo que queda de las pinturas (tras un cristal) pueden ya admirarse (o adivinarse).

lunes, 9 de mayo de 2011

El color de Guatemala





Hasta el próximo 18 de mayo puede visitarse en la galería Éboli de Madrid la VIII Muestra de Arte Naïf Europeo que cuenta con deliciosos cuadros del serbio Dragan Mihailovic, del portugués Manuel Dos Santos Castro, de la finlandesa Lena Koski o de los españoles Tito Lucaveche (los escaparates de una calle como reflejo costumbrista de la sociedad), Yiyo Moro (¡mágicos árboles de color fucsia!) o Manuel Gómez Arce (los asientos de un tren como paisaje interior más intenso que el que se adivina por las ventanillas).





Cada año tienen un país no europeo que actúa como contrapunto a los pintores más cercanos. Este año es Guatemala, con sus coloristas estampas en fiestas, faenas de labor o mercados. En la foto, el cuadro Mercado a vista de pájaro de María Teodora Méndez de Chavajay.

miércoles, 4 de mayo de 2011

San Andrés del Congosto






Es un pequeño y sencillo pueblo de la sierra norte de Guadalajara muy cerca del embalse de Alcorlo (localidad que desapareción bajo sus aguas en 1982). Está situado en un valle (congosto) hoy cortado por la cerrada de la presa. En sus inmediaciones hay un bello puente romano sobre el río Bornova, de un único ojo y que estaba situado en la calzada que, aprovechando el valle, ascendía hasta el paso del sistema Central por Somosierra. Aunque está más cerca de San Andrés, el puente es del término municipal de La Toba. Los dueños del castillo de Corlo, del s.XV (del que solo queda en pie la Torre vigía) usaban el puente como punto para cobrar impuestos a personas que lo atravesaban con mercancías o ganado. En estos parajes hay cuevas: a una le llaman la del murciélago y se ha encontrado algún que otro resto arqueológico.




Celebran una romería a finales de mayo y sacan a pasear a la Virgen de la Sopeña. Hay una importante zona de huerta donde tienen frutales, judías, sandías y melones (vegas de regadío) y campos de girasoles y, al lado del río, una chopera para esparcimiento de los vecinos. También es zona de olivos y de miel. Y, a las afueras del pueblo, se encuentra una mansión deshabitada (El Hotel) que en épocas pasadas albergó fiestas y cochazos y que luego se descubrió que encubría actividades ilícitas de compra-venta de oro y cosas así. Por lo visto, los movimientos de los habituales de la casa eran vigilados por la policía desde las cuevas situadas enfrente.