jueves, 28 de febrero de 2013

Casa Mingo


Fundada en 1888, Casa Mingo es uno de los merenderos más típicos de Madrid por su pollo asado y su sidra y por estar situada a dos pasos de la ermita de San Antonio de la Florida. Está localizada en unos antiguos almacenes que servían para guardar el material de construcción de la cercana estación del Norte, y donde los asturianos trabajadores en las obras lograron crear un lugar de reunión y encuentro.
En su carta hay chorizo a la sidra, queso de Cabrales, croquetas, callos a la madrileña y ventresca con pimientos. Puedes beber sidra La Avilesina o sidra natural Miravalles (las dos de Villaviciosa). En los postres tienen arroz con leche (requemao, de la marca Santolaya), cuajada o crema de limón.
Sus sillas y mesas de madera, sus barriles y sus estanterías repletas de botellas, confieren al lugar un marco cálido y entrañable.
Es un rincón madrileño muy frecuentado el miércoles de Ceniza, ya que por allí pasa el famoso entierro de la Sardina (fiesta que consiste en enterrar una sardina para simbolizar el fin de los vicios y los desmanes del Carnaval), cortejo que va desde la citada ermita de San Antonio hasta la fuente de los Pajaritos de la Casa de Campo.

lunes, 25 de febrero de 2013

Tener abierta la ermita


"El Señor Alcalde de Barrio me informó de mis obligaciones; tener abierta la ermita a las horas de luz, y todo tan limpio como un oro; facilitar, no ayudar, a los señores curas que dijeran misa; podía y debía pedir limosna con la imagen del santo una vez por semana, y lo recaudado serían gajes; si había boda, servir el chocolate en el salón; si turistas, acompañarles y celebrar la gloria de Saturio. Nada me indicaron sobre mujeres; parece que podía tener más que un sultán, siempre que fuera lejos de los recintos sagrados."

(Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio)

El 19 de junio de 1951 el periódico Campo publica la muerte a los 73 años de Antonino Mateo Tejedor, que había sido durante muchos años santero de San Saturio, al lado del Duero. Gaya Nuño imagina el relato de su novela leyendo los anuncios de la prensa en las que, entre otras cosas, se vendían cuarenta ovejas machorras y veinticinco para parir, se demandaba una sirvienta cuarentona para un cura y, también, se precisaba santero para la ermita soriana. Y decide presentarse él mismo.
La ermita fue construída en el s.XVII, pero la advocación a San Saturio es anterior, ya que la tradición dice que un noble visigodo lo dejó todo para encerrarse a rezar en una cueva. La construcción que vemos es de forma octogonal, arquetipo de los templarios, ya que esta orden militar también ocupó el recinto siglos atrás.

domingo, 24 de febrero de 2013

Ultramarinos en El Collado



"En todas las tiendas de ultramarinos de Soria hay unas inmensas latas cilíndricas de pescado en conserva -aceite o vinagre-, que reciben el nombre genérico de escabeche. En todas las tabernas hay escabeche. En todos los paradores y merenderos, en cualquier venta o ventorro, en cualquier mezquino bebedero de vino, venden escabeche. Es un pescado primario, sustancioso, sabrosísimo y nada caro, ideal para irse acompañando de pan y vino, consustancial, en fin, con el paladar soriano. Tiene la ventaja de que puede llevarse a todos los pueblos y aldeas sin que se pierda, pudiendo durar, bajo el relente arevaco, indefinidamente. "

(Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio)

Collado arriba, Collado abajo, desde la Plaza Mayor hasta la Plaza de Mariano Granados, empezando por el torrenillo del Mesón Castellano y acabando por la ración de costrada de la York, todos los paladares se regocijan con los sabores y los olores de la gastronomía soriana. Chorizos y quesos, patés de pato y setas, mantequilla y vinos de la Ribera del Duero. Una caña y un taco de escabeche en el Torcuato, un chato y una ración de cacahuetes en el Lázaro y un pequeño desvío hacia dos mundos fascinantes: El Tubo y la Plaza Herradores.
Cuando entrábamos a Las Cochinillas (esquina calle Claustrilla), toda la tienda olía a congrio seco, a pimentón y a arenques. Posiblemente sea el recuerdo de esos olores los que nos hace agarrarnos a un pasado perdido y felizmente superado.

viernes, 22 de febrero de 2013

Tapias húmedas de río


"Pues hay un corto trecho del gran río que casi emociona por su majestad y belleza; desde el Perejinal, el Duero tuerce hacia Soria, sin dejar de verse el cerro del Mirón; éntrese, luego, hasta el puente, y, antes de él, ancla en San Juan de Duero, con sus tapias húmedas de río, frente a la ermita de la Virgen y a vista de la ciudad. ¡Ah, ya sabían los sanjuanistas del siglo XII lo que se hacían! Como caballeros auténticos, eligieron lo mejor de la ribera y alzaron un monasterio donde comienzan las huertas, muy cerca del puente, y tan delicioso paraje que, si hubiera en el mundo algo mejor que la santería de San Saturio, no sería sino el abaciazgo románico de San Juan de Duero, merendando, como harían los sanjuanistas, un cordero asado en el claustro, a cinco metros del agua y de sus hierbas."

(Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio)

San Juan de Duero fue un importante monasterio de la Orden militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. Su maravilloso claustro (del s.XIII) presenta forma de cuadrilátero irregular con numerosos caprichos en sus arcos y columnas, sobre el que imaginamos la techumbre que debía cubrir tan noble estancia.
Gaya Nuño vuelve a Soria en 1951 después de ausentarse de la ciudad por las trágicas circunstancias vividas en su familia en 1936. Con el aire de la nostalgia y los recuerdos dulces de la niñez, no se priva de criticar una sociedad local dormida, congelada en el tiempo y con los vicios de un mundo axfisiante y amodorrado.


miércoles, 20 de febrero de 2013

Calles llenas de tristeza


"Numancia está marcada por un sino tan desdichado, por tan perpetua desgracia, que, siendo tema de sublimidad cierta para poetas, no los ha tenido, y, en cambio, es cebo y bocado de arqueólogos. Arqueólogos sin tasa la miden, palpan y auscultan, como harían unos cuantos cirujanos con un bello cuerpo de mujer, preocupados por su dolencia, pero sin ojos para todo lo que tuvo de hermosa. Lo que tuvo y tiene Numancia de hermosura, y ésta es la importancia de todo, no cuenta. ¡Y qué enorme cantidad de poesía épica contiene, españoles!"

(Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio)

Para Gaya Nuño los numantinos son esos hombre altos y secos, de palabra breve y aguda, que aún se ven en Renieblas, Castilfrío, Ausejo o Aldealseñor. Se limitaron a defender lo que les estaban quitando, da igual que fuera una fanega de trigo, una borrega o el pueblo donde vivían.
En el año 133 a.C. el senado romano manda al más importante de sus soldados, Escipión, a destruir esta población celtíbera. Tras un cerco de más de un año haciendo la vida insoportable a los numantinos, éstos decidieron sucidarse antes que ser esclavos de Roma.

jueves, 14 de febrero de 2013

Merenderos de domingo


"Hay en Soria muchas ventas, merenderos, casas de la periferia y afueras donse "se guisa de comer". Alcanzaban su máximo apogeo los domingos por la tarde, cuando muchas gentes honestas y modestas se reunían. Y, ¡cómo merendaban! Un matutero, un carretero y algún obrero del Ayuntamiento, se reunían en el patio del emparrado para comer a manteles, como jamás lo ha hecho un multimillonario de Wall Street; la perdiz escabechada, las ancas de ranas, la monumental ensalada con tremendos tarugos de bonito. Mucho pan y mucho vino. Cuatro pesetas por barba."

(Juan Antonio Gaya Nuño, El santero de San Saturio)

Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), soriano de Tardelcuende, doctor en filosofía y letras, llegó a ser vicepresidente de la Academia Española de Críticos de Arte. Escribió libros sobre museos españoles, arte europeo, monografía de pintores y monumentos desaparecidos. También escribió una novela (El santero de San Saturio, 1953) en la que, imaginándose santero de la ermita de San Saturio, retrata con humor y ternura el alma de los sorianos. También es autor de numerosos cuentos. En Soria hay un Centro Cultural que lleva su nombre y que es un pequeño motor de cultura y exposiciones.

A las orillas del Duero, Augusto Romero inauguró en 1944 un Mirador-Bar con célebres meriendas y sesiones de baile los domingos, que estuvo funcionando hasta los años 90 (s.XX). La atracción del local era, fundamentalmente, el montarse en sus barcas de recreo y navegar por el río. En la foto, la última barca, varada para siempre en el recuerdo.

jueves, 7 de febrero de 2013

Piedras, madera y rejas


"Llegamos a Coria a media tarde. La ciudad era vieja y hermosa. En la misma puerta que daba al mercado me despedí de mis compañeros de camino, muy agradecido por el gran favor de protección, y me adentré por un laberinto de calles bulliciosas, abarrotadas de moriscos que vendían de todo: frutas, verduras, legumbres, carne de vaca y cordero, especias, tortas de pan y dulces de almendra. Me costó dar con la ciudadela. Pero por fin atravesé un arco y me encontré de repente en una plazoleta silenciosa, rodeada de nobles edificios. Admirado, contemplaba aquellas construcciones de barro y ladrillos, tan diferentes en su conjunto de los de Placencia, adornadas con piedras blasonadas, puertas de madera tallada y ventanas con rejas de buena forja."

El Alma de la Ciudad, Jesús Sánchez Adalid.

Coria (Cáceres) tiene una muralla de origen romano (s.III-IV) con añadidos árabes y medievales. Tiene cuatro puertas: la Puerta de la Ciudad (romana, pero modificada en s.XVI colocándole el escudo de los Duques de Alba y la imagen de una virgen), la Puerta del Sol (romana, flanqueada por dos torres y donde se puede observar la ranura donde se colocaba la reja para cerrarla), la Puerta de San Francisco (del s.XVI, junto al castillo y que sale la Plaza del Rollo) y la Puerta del Carmen (del s.XVI, para comunicar los arrabales del Carmen y de San Francisco).
El castillo de Coria es del s.XV, fue construído por Juan de Carrera para los Duques de Alba en estilo gótico final y consta de una hermosa torre del homenaje de planta pentagonal con almenas y garitas semicirculares en cada uno de sus lados. Delante hay una torrecilla de planta semicircular. Esta integrado en el conjunto urbano y actualmente, restaurado, es de propiedad particular.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La Cárcel Real


En la misma calle del convento de las franciscanas, enfrente, se encuentra el Museo de la Cárcel Real de Coria (Las Monjas, 2). Se trata de un edificio construído en 1686 sobre una antigua prisión que no presentaba ninguna seguridad y se decidió sustituir por otra mucho mejor diseñada.
Así tenemos ante nuestros ojos un imponente edificio fabricado en ladrillo cocido y reforzado en las esquinas, en las puertas y en las ventanas con contundentes piezas de granito. Tiene dos plantas y una magnífica escalera que las comunica (igualmente de granito). Sobre la puerta de entrada, el escudo de la ciudad: un león (entonces Reino de León) rodeado de ocho torres o fortalezas que tenía bajo su protección.
Una vez restaurado el edificio en 1999, es ahora el Museo de la historia y la costumbres de la ciudad. En la planta baja, además de las celdas están la sala de audiencias y la de los carceleros. En la planta alta, más celdas, el salón del alcaide y la cocina. Pero las habitaciones ahora muestran la prehistoria, la huella de los vettones, el paso del imperio romano y de los visigodos. También explican el Fuero de Coria, otorgado hacia el año 1164 por Fernando II y que explicaba las normas de convivencia en la ciudad. En otra sala, hay fotos y carteles de las Fiestas de San Juan y del famoso toro que sueltan.

Pegando a la cárcel, el mejor restaurante de la localidad: El Bobo de Coria (Las Monjas,6). Aquí puedes degustar un exquisito solomillo ibérico con salsa de almendras o unos chipirones rellenos de gambas acompañados de un delicioso vino extrmeño Habla del Silencio. Te obsequian al pedir la cuenta con una selección de chupitos: hierbas, orujo y limoncello, dejándote las botellas en la mesa a tu albedrío.

martes, 5 de febrero de 2013

Convento de la Madre de Dios


Desde el s.XIII las franciscanas rigen este convento que se encuentra, lógicamente, en la calle de las Monjas (Coria, Cáceres) y que tiene en su interior un claustro renacentista con estructura irregular de cantería tallada (de principios del s.XVI). Donado por la familia de los Maldonado, es un claustro de estilo gótico isabelino en la parte baja y los arcos de la galería superior son de ladrillo para que el contraste entre los tres elementos (piedra, encalado de la pared y ladrillo) adquiera una expresión que lo haga diferente. El techo del pasillo que se recorre tiene el aire de una bóveda mudéjar y el suelo, de resonancias árabes, está construído por múltiples piedras formando figuras.
De esa labor se encarga la hermana que te lo enseña: aquí una estrella, allí un animal, más allá una flor. Del mismo modo se encargará de decirte que, según desde el ángulo en que nos situemos, podemos contemplar un claustro cuadrangular, circular o rectangular. Todo es cuestión de fe. Escudos nobiliarios (con flores de lis) y un bello pozo de siete lados en el centro del patio, conforman la peculiaridad del lugar.
Una lápida de granito romana de principios del s.II encontrada en la zona, es la prueba de que aquí hubo un palacio importante.
No te puedes marchar sin comprar a las monjas unos dulces: nevaditos, perrunillas o corazones de San Francisco.

lunes, 4 de febrero de 2013

La catedral de Coria


A 57 kilómetros de Plasencia, al norte de la provincia de Cáceres en dirección a Portugal, se encuentra la localidad de Coria. Fundada por los romanos, es desde la época visigoda diócesis episcopal (excepto en los periodos de ocupación musulmana), lo que explica la importancia cristiana que este lugar ha tenido en la historia. Actualmente tiene unos 13.000 habitantes y destaca su maravillosa catedral de Santa María de la Asunción. De esta forma, el edificio que vemos ahora ha sido antes templo visigodo, mezquita e iglesia románica.
Construída entre los siglos XV y XVIII es de estilo gótico de transición con añadidos platerescos y en su interior podemos contemplar un retablo del s.XVIII con tallas de Alejandro Carnicero y un coro de sillería mudéjar de nogal del s.XV. Está estructurada en una única nave dividida en cinco tramos de bóveda de crucería estrellada. En su museo se conserva la reliquia del Mantel de la Sagrada Cena, pieza de lino que, según estudios científicos, está datada en el s.I.
La puerta del Perdón (en la zona meridional) es de trazas platerescas y su autor es Pedro de Ybarra.
Coria, situada en un alto en las riberas del río Alagón, parece ser la antigua Caura de los romanos conquistada a los celtíberos. Conserva partes de muralla y puertas de acceso.

viernes, 1 de febrero de 2013

Dentro y fuera de las murallas


"Placencia bullía abarrotada de gentes diversas venidas de todas partes, que se agolpaban en las calles y plazas que servían de mercado, de talleres, de matadero... A pesar de ello, en el burgo solía reinar el orden, pues don Bricio cuidó de que hubiera guardia permanente dentro de las murallas provisionales construidas con adobe, mientras se iban componiendo las de piedra, más laboriosas. Pero, extramuros, en las afueras, iba creciendo otra ciudad menos consistente formada por tiendas de campaña, chozas, barracones y cabañas, para albergar a tal cantidad de gente como llegaba continuamente. Este arrabal se extendía hasta la orilla misma del río, entre arboledas, en los prados e incluso adentrándose en el bosque. En él tenían su vivienda los peones de la hueste; muchos fijodalgos aventureros con sus servidumbres de escuderos, criados hambrientos y buscavidas; moros y hebreos, mercaderes, rameras y gentes de mal vivir, mendigos, rateros y vagabundos."

El Alma de la Ciudad, Jesús Sánchez Adalid.

Al poco de caer en manos musulmanas la ciudad de Plasencia, Alfonso VIII decide reforzar la muralla de la ciudad a finales del s.XII en un tiempo de 9 meses y con la ayuda de 10.000 hombres. La muralla es de mampostería y tiene las siguientes puertas: Berrozana, Coria, Trujillo, Talavera, Clavero, Sol y Carros.
Es un muro de doble sillería defensiva, con un foso entre medias y una serie de torreones circulares llamados cubos, de los cuales todavía quedan 21. Desde la torre Lucía, sede del Centro de Interpretación de la Ciudad, se puede disfrutar de una agradable vista del conjunto urbano.