jueves, 28 de julio de 2011

Café Gerbeaud



Fundado en Budapest por Henrik Kugler en 1858 en la plaza József nádor, es en el año 1870 cuando decide trasladarse a la céntrica plaza Vörösmarty. Fue el inventor de la confitería lista para llevar y su local el punto de encuentro de numerosas personalidades políticas y artísticas. En París conocería al pastelero suizo Emile Gerbeaud y en 1884 le ofreció ser su socio y además de poner en sus mostradores deliciosas creaciones (bombones de licor o biscuits) le dio el aire decorativo de maderas nobles, mármol, bronce, techos estucados, candelabros, lámparas y sillas rococó estilo Luis XV. A finales del siglo XIX trabajaban allí unas 150 personas y, como había espacio para aparcar los carruajes de caballos, se convirtió en el sitio ideal para reunirse la gente. Además de los clásicos Dobos torta (capas de bizcocho y chocolate finalizando con una lámina de caramelo) o Esterházy torta (capas de clara de huevo, almendras, harina y mantequilla y dibujadas encima líneas de chocolate negro) acompañados de un capuccino o de una copa de vino tokaji (vino blanco dulce), puedes encontrar allí bombones que te los colocan en unas estupendas cajas para llevar. El café Gerbeaud es una experiencia para disfrutarla con calma, un viaje en el tiempo hacia los fastuosos ambientes austrohúngaros, un capricho dulce y romántico.

miércoles, 27 de julio de 2011

Budapest




Budapest es más que una ciudad un estado de ánimo. Es la belle epoque, el art noveau, los locos años veinte, los cafetines de la bohemia, los tranvías, los balnearios, las pastelerías con sillas Luis XV, las galerías comerciales, los pintores y los músicos, las cervecerías, las fachadas de cerámica, lo neogótico, lo neobarroco, lo neoclásico, una estatua en cada plaza, las tiendas de porcelana, palacios reales sin reyes, locales de vinos y medallones de ternera de diez centímetros de grosor, pianistas y violinistas, emperatrices maniacodepresivas, científicos que te sacan de la manga la holografía, la dinamo o los fósforos, baños turcos, sinagogas judías, futbolistas y ajedrecistas, obispos arrojados en un tonel por la ladera de una montaña, un río muy ancho, una ciudad romana del siglo II, barras de salami y latas de foie gras. Una ciudad inventada en 1896 con palacios, museos, metro, avenidas y puentes. Sol y al rato lluvia. Comunista, judía, católica, ortodoxa, calvinista, gitana, griega, otomana, magiar. Ciudad de piscinas y de bloques de apartamentos. Ciudad de palacetes y de gente que se va y no vuelve. Ciudad de zapatos abandonados, tirados, perdidos, extraviados. Vidrieras, columnas, lámparas. Maletas, carnets, frío. En Budapest todavía hay huellas de metralla en las fachadas de algunos edificios.

martes, 26 de julio de 2011

Lunes De Bailas




El peaje que las fiestas populares tienen que pagar a la iglesia católica se manifiesta en la procesión que se realiza el lunes con el desfile de los doce santos y la pleitesía que han de realizar todos ellos a la Virgen de la Blanca que, parece ser, es la jefa de todo esto. Hay una misa en la ermita de la Soledad donde todo el mundo va de negro y las mujeres tapadas con un chal por la cabeza (traje típico). La Guerra de las Vírgenes se manifiesta en que la de La Mayor está frente a la otra, pero de espaldas. Vamos, una cosa de psicología social profundísima. Luego las cuadrillas hacen la ronda por los barrios llevando al santo en andas y, por la tarde, se celebra la verbena en la pradera de Las Bailas, que se encuentra al lado del río Duero en el margen del paseo que une San Polo con San Saturio. Allí la Banda Municipal interpreta múltiples canciones y pasodobles mientras la gente merienda y al anochecer todo el mundo sube hasta la ciudad donde ya entrada la madrugada se celebra el emocionante Adiós, adiós San Juan, con los jurados colocados en la escalinata del Ayuntamiento y, de nuevo, la Banda interpretando una a una todas las sanjuaneras para que los sorianos se despidan con un poquito de nostalgia de los cinco maravillosos y peculiares días vividos.

jueves, 21 de julio de 2011

Domingo De Calderas




Repartido el toro, lo que queda ahora es cocinarlo. Antiguamente las cuadrillas preparaban su guiso en una caldera de cobre y, por lo visto, repartían pollo para los pobres. De todo ello ha quedado el testimonio de la caldera como elemento decorativo: un recipiente que contiene un pollo o gallina (según tenga la cuadrilla nombre de santa o santo, respectivamente), una tajada de carne de toro, un huevo duro y un trozo de chorizo. Esta enorme cacerola la pasean los cuatros desde la Plaza Mayor hasta el alto de la Dehesa engalanada con flores que suelen representar los símbolos mágicos de las fiestas: sol, vino y toros. Aquí cada cuadrilla se estruja la imaginación para inventarse lo de siempre pero con un toque diferente. Miles de rosas frescas suelen adornan las doce calderas mientras pasan las autoridades a picar algo. Los jurados, radiantes de felicidad y elegancia, reciben al alcalde y saludan a los vecinos (que han recogido por la mañana una botella de vino, una barra de pan, una tajada de toro cocida, un huevo duro y un trozo de chorizo: todo esto verdadero y que realmente se come). Hace ya años que no se dan premios a las calderas mejor decoradas. Esto hace que no haya extrañas competiciones, celos y envidias. Y detrás de todo esto, el callado trabajo de un grupo de personas que clavan flores en secreto para lucir por las calles sorianas el esfuerzo de su amor a las fiestas.

miércoles, 20 de julio de 2011

Sábado Agés





Con los toros muertos, ahora hay que repartirse la carne. Por la mañana, todos los sorianos que han entrado en fiestas tienen derecho a recoger su tajada (envasada al vacío), mientras en los locales de las cuadrillas se les ofrece moscatel y galletas o asadurilla estofada y vino. Por la tarde, la subasta de los despojos del toro. Curiosa fiesta en la que un señor con la voz potente va ofreciendo ordenadamente las distintas partes del toro: rabo, patas, testículos y por supuesto, maravillosas trozos de solomillo, redondo, babilla o lomo. Lanza un precio y el público va pujando. Más vale, dice el subastador. Y lo que vale va subiendo, mientras va animando a los cuatros que no deje de correr la bota de vino y manda a los músicos que toquen alguna pieza breve para animar el ambiente. Cuando el trozo de carne alcanza su precio final (a la una, a las dos y a las tres), el afortunado tendrá su nombre grabado en el libro de cuadrilla. Hay que decir que el que toca la pieza a subastar inmediatamente ha subido la puja (aun sin quererlo). También se subastan las botas de vino, bellamente decoradas para la ocasión. Se puede llegar a pagar por una de ellas hasta 400 euros tan ricamente (suelen tener un dibujo alusivo a las fiestas). El subastador acaba con la voz rota y el público, alegre por los tragos.

martes, 19 de julio de 2011

Viernes De Toros



Una vez que los toros ya están en los corrales (normalmente llegan todos: doce) el viernes es el día de la corrida. Bueno, dos, una por la mañana y otra por la tarde. Cada cuadrilla (los doce barrios en los que se divide la ciudad de Soria) tiene su toro, con su cachirulo, sus banderillas y su torero medio asustado porque no entiende dónde se ha metido. Un ruedo en el que la gente no tiene prisa por desocupar, un callejón en el que no cabe un solo alfiler, doce charangas tocando desaforadamente pasodobles (generalmente varias al mismo tiempo), el respetable zampándose un bocadillo enorme y bebiendo vino de la bota, los jurados (alcaldes de barrio en fiestas) en el balconcillo presidencial recibiendo la montera y entregando el sobre con la propina y, por supuesto, todo el mundo gritando, aplaudiendo, jaloneando, cantando a grito pelado. Frente a frente, toro y torero se enfrentan a su destino, que en la mayoría de los casos es que muere el animal y se lo llevan las mulillas. Si lo hace bien, le darán la vuelta al ruedo a hombros (sobrarán voluntarios), le lanzarán un buen puñado de ramos de flores y posiblemente reciba la ovación más grande de su vida, ya que La Chata, aun siendo pequeña, es muy agradecida. Las cuadrillas abandonarán la plaza como entraron: dando botes, con curiosos pasos saltarines.

lunes, 18 de julio de 2011

Jueves La Saca




El jueves siguiente a San Juan (o el mismo San Juan si cae en jueves) hay una extraña ceremonia en el monte Valonsadero de Soria. Todo el mundo se pelea por coger sitio en las peñas para tener buena posición y ser testigo a las doce en punto de la mañana de la salida de los toros desde los corrales guiados por caballistas através de la cañada, y abrirles paso entre la multitud hacia la ciudad: les esperan las puertas abiertas de la Plaza de Toros "La Chata". No es un encierro, es el arte de conducir entre caballos una manada de novillos hasta la capital. Los pocos kilómetros entre campo y urbe pueden durar horas (dicen que un toro está por la Venta del Aire, todavía están por Traimsa, dicen que dos han vuelto hacia atrás a la altura de la Barriada de Yagüe...). Es un acontecimiento que ahora se sigue al minuto por la radio y la televisión como si fuera el relato de un partido de fútbol o la gala de los oscars. Además es fiesta local. La gente va a comer al monte tres horas antes y se quedan hasta tres horas después dando saltos y bebiendo vino. Para algo que dura dos segundos y, si te despistas, o se te pone una señora gorda delante, te quedas sin ver nada. Un día entero de alboroto para algo que es visto y no visto. Posiblemente sea esto la esencia de la fiesta. Ir al monte, ver a los toros liberarse de las tapias, y encontrarte con éste o con áquel, pero cuidando de buscar un camión o una roca para ponerse detrás. La Saca es, como todo lo mágico, algo raro, inexplicable, que lo cuentas y te tratan de loco.