¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa,
no sé cuando vendrá...
Esta canción fue compuesta por soldados franceses a comienzos del siglo XVIII para celebrar la supuesta muerte del general Malborough que les había derrotado un montón de veces. Incorporada al folcklore popular español, Malborough se transformó en Mambrú, la imagen romántica del soldado elegantemente vestido que se fue a la guerra tal vez para nunca más volver.
La iglesia de Arbeteta (Guadalajara) se corona con una veleta de madera de sabina forrada de planchas de latón que representa un granadero que ondea un banderín con una cruz, al que todos llaman El Mambrú. Cuando los días son claros, desde el campanario de Arbeteta se puede divisar perfectamente el del pueblo de Escamilla (unos 30 kilómetros) donde en lo alto de su iglesia también hay una veleta a la que llaman La Giralda y que representa a una joven mujer muy bella, construída de madera de encina forrada de cinc. Tanto la de Arbeteta como la de Escamilla han sufrido con el paso del tiempo la invasión de los rayos y truenos y han tenido que reemplazarse ya hace años con réplicas de mejor o peor gusto.
Pero estas figurillas esconden la leyenda de una historia de amor: La de la hija de un rico labrador de Escamilla y la del hijo del sacristán de Arbeteta, que desde que se conocieron en unas fiestas se hicieron inseparables pero por cosas del destino, el padre de la muchacha no veía con buen ojo esa relación y decidió cortar por lo sano y encerrarla en su palacete para que no pudiera ver al chico. El de Arbeteta fue a la guerra (digamos una de mediados del siglo XIX, esa época romántica de amor y muerte que tan ricamente nos enmarca la historia) y realizó una carrera militar exitosa que le permitió regresar al pueblo con su uniforme de Sargento Granadero de la Guardia Real y un montón de bolsas de oro. Por supuesto, viendo semejante figurín, los del pueblo decidieron llamarle Mambrú. Fue a ver a la chica al pueblo de al lado, pero el padre de la moza, otra vez erre que erre y el soldado tuvo que regresar a su pueblo con su fracaso de amor. Pero como era el hijo del sacristán y subía a la torre siempre que quería, decidieron los enamorados que a la hora del angelus el mozo ondearía un banderín desde Arbeteta y la chica subiría también a la torre de Escamilla y menearía al viento su delantal para manifestarse su amor callado y difícil. El joven regresaría a la guerra, moriría en campaña y, al poco tiempo, enferma de melancolía, la chica también fallecería.
Y por decisión popular, esta historia quedaría eternizada en las torres de las dos iglesias para la imaginación y el sueño.
La de cantidad de leyendas e historias que esconden los pueblos de España.
ResponderEliminarMuy español eso de bajarles los humos a los Malborough de la vida con un Mambrú.
ResponderEliminarsi vendrá por la Pascua
ResponderEliminarmireusté mireusté qué guasa
si vendrá por la Pascua
o por Natividad
do re mi do re fa
o por Natividad