martes, 7 de febrero de 2012

Tapices en Pastrana




"El viajero, en la Plaza de los Cuatro Caños, se encuentra con una fuente esbelta, en forma de copa, cubierta por una losa hendida por los años y rematada por un peón de ajedrez. De la fuente no mana el agua y en las grietas de la losa nacen unos yerbajos desgarbados. Para que se pueda sacar una fotografía, el alcalde ordena que se dé agua a los caños y el alguacil, entonces, va a buscar un hierro y los desatasca. Algunas mujeres aprovechan para llenar sus cántaros y sus botijos".


Cuando Cela llega a Pastrana en 1946 el Palacio Ducal de la Princesa de Éboli estaba hecho un desastre. Es sede del Servicio Nacional de Trigo y por todos lados hay básculas y montones de cereal. Los bellos azulejos que adornan sus paredes se van cayendo sin remedio. Los pastraneros reclamaban por entonces los tapices de Alfonso V de Portugal que hoy día sí que están de nuevo en la Colegiata. Son seis piezas, tejidas en Flandes, que relatan los hechos de armas del monarca en África. El convento del Carmen es hoy una Hospedería y cerca está la cueva de San Juan de la Cruz, adornada con huesos humanos. "Verdaderamente, para una persona un poco aprensiva, o un poco nerviosa, una visita a estos lugares no debe tener lo que se suele decir efectos terapeúticos". De la plaza de la Hora (mientras estaba encerrada la princesa le permitían salir al balcón una hora al día) se sale por la izquierda -de espaldas al palacio- a un barrio judío y por la derecha, a un barrio cristiano.


La fuente de los Cuatro Caños de Pastrana data de 1588 y tiene cuatro mascarones diferentes en relieve sobre los que salen los cuatro caños. En Pastrna puedes comprar miel y chocolate de primera calidad y también unas tortas rellenas de uvas que son una delicia. Se comen gachas y patatas gañaneras. En el Café Ruy, al entrar al servicio, ponía un cartel: "Si la puerta está cerrada, es que está ocupado".

2 comentarios:

  1. Rincones casi olvidados de nuestra geografía y sin embargo cargados de historia.

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  2. Qué gente sabia la de esas tierras que se guían por el sentido común y el natural discurrir. Sentado en el retrete de un bar de pueblo leí frente a mi en la puerta: empuje.

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