martes, 11 de diciembre de 2012

Un pañuelo de seda


Una vez cultivados los gusanos de seda, se separan los capullos y se deshilan con una escobilla para pasarlos a un torno que forma las madejas. Teñido y tejido el hilo, se convertirá en un hermoso pañuelo de seda que los occidentales luciremos en nuestros cuellos, mientras para esta mujer que observamos indiscretos, el trabajo le permite un sueldo para salir adelante, un empujón para lanzar a este hermoso y fascinante país hacia la dignidad y el reconocimiento.
Desde 1993, año en que acabó la guerra y entró la monarquía constitucional democrática, Camboya ya no suena a genocidios, a destrucción, a hambre. Ahora este trocito de Asia suena a color, a bailes, a comida sobre hojas de plátano, a cerveza fría, a pagodas doradas, a mercados de frutas, a jóvenes jugando al fútbol en la calle (este es un país de gente joven), a inmensos campos de arrozales, a palmeras de azúcar y de coco, a templos perdidos en la selva y felizmente encontrados (descubriendo un zócalo labrado con una belleza extraordinaria), a té de jazmín, a piña y a sandía, a atascos de motos, a cabezas de piedra de reyes del siglo XIII.
Del gusano sale la tela.

3 comentarios:

  1. gracias a todos estos posts puedo tener una visión de la desconocida Camboya más cercana, menos estereotipada.
    Del Caos sale un pueblo que quiere comer, trabajar, "libertad": sacar la cabeza, como todos los pueblos.

    un abrazo.

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  2. Haces bien en recordarnos que objetos por los que pagamos sumas, a veces, desorbitadas son manufacturados en Asia por salarios irrisorios.

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  3. Yo que en mi infancia fuí criador de gusanos de seda me siento muy identificado con el pueblo camboyano.

    Abrazos

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