domingo, 18 de octubre de 2020

Terso y mudo


Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.


Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.


Fragmento de A orillas del Duero, Galerías. Soledades. Otros poemas, Antonio Machado, 1907.


Tramo del Duero entre Hinojosa de la Sierra y Garray (Soria). Acaba de pasar cerca de la Laguna de la Serna (con el agua sobrante se genera un humedal que sirve de hábitat para aves de paso y, también, para pasto de vacas) y se encamina a su primera gran aventura: frontera natural de la mítica Numancia. Juncos, nenúfares, chopos y encinas componen la sinfonía verde que da música al paseo matutino. Es un río casi recién nacido, nada que ver con el de Valladolid, el de los Arribes o el de Oporto. Un agua de esas de meterte los pies mientras te espantas las moscas. El río que luego dará nombre a un tipo de vino y será territorio de barcos navegables. Un caudal con futuro que, de momento, solo se adivina. 

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