No hay nada como una merienda al lado de un lago, gente simpática que se reúne a beber vino, a cantar y a hablar de lo divino y lo humano, entre los sonidos y los colores de la naturaleza, en un ambiente distendido y tolerante. La emoción del chiringuito. Esto lo refleja Olaf Ulbricht en su cuadro Standimbiss.
Posiblemente sabe de lo que habla porque él mismo reside en una pequeña ciudad vinícola (Vendersheim) y esa alegría de hombres, mujeres, niños y perros reunidos a la hora del paseo entorno a un atardecer idílico, resume el espíritu de un cuadro naïf: la felicidad enmarca la vida.
Su técnica es acrílico sobre madera y acabado en laca, lo que le da al cuadro un brillo especial. Ulbricht también es escultor de madera.
Vale, me paso.
ResponderEliminaren un pueblo dedicado en cuerpo y alma al vino se tiene que vivir doblemente feliz-
ResponderEliminarde repente, he recordado El secreto de Santa Vittoria, con Anthony Quinn.
Mirando hacia fuera me gustaría que el mundo se pareciera a este cuadro.
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