sábado, 16 de agosto de 2014

Vila Real


Unos días después de San Juan, los tilos de Vila Real desprendían un olor perfumado. Esa fue la primera impresión que nos causó nuestra entrada a esta ciudad que tiene tres edificios religiosos de interés: la Catedral (de estilo gótico tardío, con reformas desde su iglesia inicial de los dominicos del s.XV), la Capilla Nueva (conocida también como Clérigos) y la iglesia de San Pedro. Dos museos contribuyen a que te vayas de allí con una idea de donde has estado: el Museo de Vila Velha (con piezas arqueológicas y, en esos momentos, con una exposición de pintura de Nadir Afonso) y el Museo de Numismática (con una amplísima colección de monedas). En Casa Lapao puedes probar los deliciosos dulces de allí: nosotros nos decidimos por las tigelinhas de laranja, aunque la chica que nos atendió tuvo la gentileza de darnos a probar las cristas de galo. En Terra de Montanha te sientan para cenar dentro de unas cubas enormes de vino. Un salpicao (fiambre), un bacalao de la casa (presentado en un cuenco, desmenuzado y oculto bajo una cumbre de puré de patata) y unos papos de anjo (dulce almibarado de huevo), con un vino Esteva (Douro), sale por unos 21 euros.

A 2 km. se en cuentra la fascinante mansión Casa de Mateus, construcción barroca del s.XVIII, mandada edificar por António José Botelho Mourao y que sustituía a una anterior y donde te enseñan la casa, la capilla, los jardines y la bodega. En Casa Conde, al otro lado de la carretera, nos prepararon una deliciosa ternera a la que acompañamos con una botella de vino Mateus, rosado, burbujeante, fresco y afrutado (como no podía ser de otra forma).

2 comentarios:

  1. Portugal, tan cerca y tan desconocida.

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  2. El mateus de botelho me encanta, sobre todo el rosé. Tengo que acercarme por ahí.

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