domingo, 7 de junio de 2020

Perra gorda


"Algún poco rato después que el ciego de la capa parda, aparecía el otro pedigüeño con derecho a diez céntimos, bien que esta perra gorda no fuera considerada por los dadivosos como limosna, sino como un natural arbitrio e impuesto municipal de todo soriano clásico. Era el santero de San Saturio.
Pero se merecía más de diez céntimos por su perfecto atuendo. El primer santero que yo conocí tenía la misma edad que la de nuestro San Saturio en su iconografía tradicional; exacta calva; el mismo bigote e igual barba, larga, ondulada y blanca. Yo le abría muchas veces la puerta los sábados, daba la voz de su presencia y gustaba de darle la perra gorda, bien convencido de que se trataba de una extraña reencarnación del Santo. Pues tan idénticos eran. Muchos años después, he meditado sobre el asunto y sigo hallando sobrenatural que el Ayuntamiento pudiera encontrar semejante sosias del patrón en sus concursos para cubrir la plaza.
En la ermita resultaba de tremenda fuerza persuasiva, luego de orar ante el busto barroco de Saturio, encontrárselo Vivo y de cuerpo entero enseñando la ventana por donde se cayó el niño de Carbonera o dando a beber la riquísima agua de las lluvias de invierno..."
 

(Juan Antonio Gaya Nuño, El Santero de San Saturio, 1953)

La ermita de San Saturio (Soria) es un edificio barroco del s.XVII, construido sobre la cueva en la que vivió en el s.VI el anacoreta visigodo Saturio, que dejó sus riquezas a los pobres y se retiró a orillas del Duero a una vida de oración y contemplación.



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