domingo, 15 de abril de 2018

Guarrazar


En el año 1858 en un paraje conocido como Guarrazar, cercano a Guadamur (Toledo), se encontró casualmente (gracias a la intervención de una importante tormenta) el mayor tesoro conocido de los visigodos. Siglo y medio después los arqueólogos están descubriendo restos asociados a una importante basílica que explicaría el motivo por el cual se encontraron allí enterradas cruces, cálices y coronas votivas.

Tres son las zonas donde se retrocede en el tiempo: El Monasterio (restos de un edificio de dos pisos en forma de L, donde se ha encontrado una cruz de piedra que coronaba la construcción y que se derrumbó con el tejado, que parece ser que estuvo habitado a finales del s.VIII), la Basílica (se han hallado grandes vasas de mármol correspondientes a enormes columnas de más de cuatro metros de altura, sillares de granito y restos de capiteles y frisos) y la Fuente (donde se encontró el tesoro y restos de un edificio asociado al lugar de donde mana el agua, a la manera de un balneario sagrado). Todos estos trabajos son continuación de los que realizó en 1859 José Amador de los Ríos, que entre otras cosas encontró una lápida sepulcral que correspondía a un presbítero llamado Crispín. La lápida y parte del Tesoro de Guarrazar se encuentran actualmente en el Museo Arqueológico Nacional (también hay otras piezas en un Museo de París y en el Palacio Real). La joya más famosa es la corona de Recesvinto.

Juan Manuel Rojas, director del yacimiento, nos explicó todo esto y mucho más. Se concierta la visita, que siempre es guíada y se asiste a un viaje en el tiempo y en el espacio de una civilización desaparecida y, como se ve, oculta bajo la tierra a lo largo de los siglos.

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