domingo, 18 de agosto de 2013

Combarro


Todos los pueblos marineros de Galicia debieron ser así alguna vez. Como Combarro. Hasta treinta hórreos estupendamente restaurados, de madera, piedra o mixtos, recuerdan el tipo de arquitectura popular necesaria para la vida del mar y de la agricultura. En sus calles y plazoletas hay un aire de pueblecito idílico, con su asoportalada rúa principal, al borde del mar, repleta de restaurantes y tiendas de souvenirs (brujas de todos tamaños e intenciones, licores de hierbas y de café) en un entorno de edificios coloristas, de cruceiros y de pequeños jardines y huertos maravillosamente cuidados.

Saliendo de la ría de Pontevedra hacia la ría de Arousa, llegamos a O Grove, península que fue isla hasta el s.XVI y que se cerró con el istmo arenoso de A Lanzada. El monumento a los pescadores de su puerto recuerdo que estamos en un ambiente de mariscos inmejorable. Se impone copita de albariño. Un puente comunica, a su vez, O Grove con la isla de La Toja, cuyo balneario explotado desde 1840 ha sido el origen de un complejo hotelero un poco impersonal a no ser que te asomes a la capilla de San Sebastián, toda recubierta de conchas de vierias. La fábrica de jabones y productos de cosmética que explotan este mito de bienestar de la salud, tiene una tienda-museo.

1 comentario:

  1. Con este calor, da gusto venir por aquí a disfrutar de la brisa del mar y otros placeres.

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