sábado, 5 de diciembre de 2020

Calles en cuesta


En el año 2014 visitamos el norte de Portugal. Las provincias de Braganza, Vila Real, Viana do Castelo, Braga y Oporto, con una pequeña entrada en Guarda para visitar los fascinantes grabados rupestres del valle del Côa. Un país maravilloso, unas ciudades repletas de vida y una dedicación continua hacia la cultura y el arte. Tuvimos la suerte de pasar la noche de San Juan en Oporto y el ambiente de fiesta que había allí entre los martelinhos (martillos de plástico para golpear la cabeza del que pasaba al lado) y las flores del ajo puerro (que te la ponían en la nariz para que la olieras) no lo olvidaremos.

De Oporto también recordamos con cariño los más de quince mil azulejos que tiene la Capilla de las Almas, la francesinha que nos comimos en el Café Majestic, las escaleras de madera de la librería Lello e Irmao, el cruzar el puente Luis I para estar en otra ciudad -al otro lado del Duero-, la fastuosidad decorativa del salón árabe del Palacio de la Bolsa, las esculturas del s.XIX de Soares do Reis y, sobre todo, las calles en cuesta, con fachadas más o menos arregladas, pero siempre con un detalle de dignidad que las engalanaban. 

En una pared habían escrito: "Si no hay igualdad para los pobres, que no haya paz para los ricos". Toda una declaración de principios.

1 comentario:

  1. El caso es que a mí me gustan mucho las calles en cuesta. En cuesta arriba, digo. Tengo un puñado de ellas coleccionadas en mi memoria.

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