martes, 7 de abril de 2020

Incertidumbre




Tierra roja de sangre, de dolor y de muerte. Y mustia vegetación. Muy poca lluvia, muy poco viento fresco y rejuvenecedor. La vida hoy es un desierto de soledad individual y colectiva. Caminamos no se sabe muy bien hacia dónde. Hacia la supervivencia. ¿Estás bien?, te dicen. Lo demás no importa. Hay que esperar a que los alientos envenenados (inconscientemente) ya no se acerquen. Hay que esperar a que pasen los días (al fin y al cabo, es lo que habitualmente se suele hacer: esperar a que acabe la jornada de trabajo, esperar a que llegue el fin de semana, las vacaciones de verano, otro cumpleaños más, una amistad reencontrada o un familiar cercano).

Esperar y, cuando llega el momento y pasa, volver a esperar hasta la próxima ocasión. ¡Hasta pronto!, piensas. Y el ciclo de la vida continúa. Por eso cuando el trabajo, el fin de semana o el abrazo con el familiar cercano no llegan, te sientes desalojado de tu identidad, y te vuelves otro.

Otro que camina arrastrando los pies por la arena, enredándose en los hierbajos o perdiendo el equilibrio en cada paso, porque todo se ha descolocado: todo este desierto nunca terminará. El futuro se antoja desconfiado y volátil. Se pondrán remedios, pero la incertidumbre de los alientos nos acompañaré siempre.


2 comentarios:

  1. Sé que es difícil, pero la vida en la incertidumbre es lo que nos ha protegido a los seres humanos. Ánimo.

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  2. Habra que procurar elegir paisajes libes de hierbajos para no tropezar. Y como siempre, esperar. Esta vez a aquel que fuimos.

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