viernes, 17 de abril de 2020

Silencioso dolor



Parece que todo sigue igual y todo ha cambiado para siempre. Parece que la vida continúa como si tal cosa: los supermercados siguen ofreciendo tal cantidad de productos de alimentación y limpieza que es imposible deprimirse ante lo maravilloso que es traer a casa las bolsas llenas de productos. Pero la tristeza y la soledad de los pocos viajeros de cercanías y metro te hace pensar que vivimos en un mundo apocalíptico en el que chocarte con alguien a la vuelta de un pasillo puede ser mortal.

Hospitales llenos de enfermos que empezaron a toser y ahora se están muriendo. Y todos tienen familias que están viviendo ese dolor en silencio y por teléfono. El mundo digital está haciendo su negocio: no hace falta salir de casa para conseguir tus deseos. En un click ya puedes ser feliz. El virus que a alguien se le escapó (¡uy, perdón!) está consiguiendo replantear las relaciones sociales a marchas forzadas.

Son tiempos de supermercado, de internet y de unidades de cuidados intensivos. Nos están quitando la naturaleza (¿quién puede poner puertas al campo?: el estado de alarma), para castigarnos por lo mal que la tratamos. Es el crimen perfecto: fuera gente mayor que molesta y genera gasto en la administración. Eso sí, médicos y enfermeros están dándolo todo por una lucha con resultado en contra. Tanta confusión, tanto pánico, tanta histeria, además de una crisis económica va a traer una desconfianza social descomunal (a dos metros, al menos). Nada volverá a ser igual.

1 comentario:

  1. Es curioso cómo podemos vivir en una apariencia de normalidad y que todo siga funcionando.

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